martes, 28 de octubre de 2014

llegará un día en que las campanas de las ciudades tocarán a muerto y no habrá nadie que baile

Hay un mar de lodo al lado del río donde te ríes en las postales,
cloacas enteras de quiensabes y de nadiecontestas que claudican
como si hubiera un reino de preguntas inciertas ensuciándonos
tras nosotros, atascándonos los asumideros en cada bostezo,
el joven drogadicto ya no quiere bailar si no tiene su rayita en el baño,
la chica de las anfetaminas ha parpadeado su último sueño
y ahora sólo quiere follar mientras la ciudad duerme,
los desahucios han abonado los terrenos sin propiedad de los abandonados
y sólo ve crecer margaritas en el sino de los containers
sólo huele a polución y policías,
sólo abanica un presagio en el que no hay música que no surja de afilar una herida,
presa del pánico, la honestidad  huye de los cazadores de tendencias,
la noche es como una balada de depredadores enseñando sus dientes post mamada,
ya nadie da las gracias después de correrse,
a veces hay un abrazo que cambia el mundo pero este, ciego, sigue girando,
sólo se detiene si un juez corrupto da la orden
y el miedo hace su trabajo,
los niños ya no lloran cárceles, sólo se duermen memorizando
los prejucios de siglos enteros
y pasados,
la mecha se apagó y murieron duendes como dragones que escupían ceniza,
solo queda un retrato robot de nuestro alma tan llena de números,
la espuma de una vida que se deshace como un tedio contagiado de sonrisa en sonrisa,
pobre médico aquel que quiera curarnos con pastillas legales nuestra tristeza de contrabando,
pobre doctor y su razón, que todo lo cura,
acolchad el silencio, porque vamos a estrellarnos contra señales de stop
que fuman el opio de nuestras ideas,
vamos a enfrentarnos a golpes contra la verdadera ostia de descorrer la cortina
y ver
ese paisaje de cacerolas oxidadas
y huesos rotos
y ningún testigo,
que alguien dispare solo por intentar a la suerte,
que nadie venga con un carro de cal a quitarle el olor a esta pobre podredumbre,
es el viento de sabernos liebres lo único que juzgará nuestra huida de galgos
sin huracán ni motivo,
supervivientes de una mera pausa,
nada en la historia nos dirá lo que hicimos
excepto el dedo de los hijos que nos señalan
por lo que no,
esa fue nuestra huella jamás dejada,
el camino hecho de lo que nunca ocurrirá,
la paz ganada
mi vida
la guerra perdida

la nuestra.

viernes, 10 de octubre de 2014

Si no me vas a dar la mano al menos choca esos 5

I
Tengo esta desnudez que no sirve de nada
como si solo estuviese arrugando un folio para
tirarlo a la papelera.

Después lo cojo
y lo vuelvo a lanzar
y lo vuelvo a coger.

Así
una y otra vez
y otra
y otra.

Pero yo sigo sin ser otro.

II
Tengo esta soledad que me sirve de todo
como si solo estuviese estirando el plástico
con el que esterilizarme.

Un muro por la independencia.
Con una frase a modo de esquela que solo diga:
No necesitas a nadie.

Amar al margen.
De todo.

Como mola verse a uno mismo creyéndose sus propias mentiras, eh?

III
Si me ves llorar, es porque se me metió la velocidad en los ojos.

IV
Oigo el rugir del motor y pienso:
soñaba mejor en tu risa.

¿Sabes qué?
quizá no sea tanto por las mentiras que te dices
si no por las verdades
que te callas.

Tus pistas de absurdo asesino en serio.

Como cuando alguien te sonríe mientras se cuelga el cartel de
“estoy bien, solo he cerrado por vacaciones”.

De quién es la culpa:
¿de quien no tira el penalti o de quien lo falla?

V
Cambio hogar por escondite.
Tiempo por dinero trabajando.
Cambio privilegios por responsabilidad.

Cámbiame, que no llevo suelto
el ser libre.

Hasta la furia podría cambiar
por un beso de tranquilidad,
a cambio.

Pero no cambio cicatriz por medallas, así que deja mis heridas en paz.

VI
He llorado hacia dentro
regándolas
mis heridas.

Y han echado raíz.
En mí.
De algo.

Y no sé que es pero está creciendo
como frutales en primavera,
como grietas en la casucha del arlequín.

Ni siquiera sé
si me da valor
o miedo.

He tratado de besarlo con mi saliva,
pero dice que solo quiere mis lágrimas.

Y fuego.

¿Tienes?

VII
Un palacio de silencios cabizbajos donde pedir perdón es osadía
y el orgullo se traga como el semen: a disparos.

Con un paisaje de cortinas y ninguna fe.
Derritiéndose en sus propios peldaños.

Un museo de cera donde cobijarse
en caso de incendio.
Eso era.
Todo lo que supe construir.
Sin vivir en el intento.

IX
Solo estaba jugando al basket con cigarrillos y papeleras, señor,
solo estaba jugando a mentir,
a bajar la ventanilla sin gritar,
con todos esos mecánicos diciéndome “arranca, joder, arranca”
mientras el cambio de marcha sólo señala un nuevo bar donde cobijarse,
donde poder pudrirse uno a gusto
mientras el tiempo derrite las fuerzas que ya no tienes
y las que todavía te faltan.

X
Buenos besos
mchas noches
hasta mañana.