miércoles, 31 de octubre de 2012

rexistir


Siempre hay un bye detrás de cada good
y el corazón pisa el freno
después del primer infarto.

Tendría que resistir las losas,
los transeúntes
y no verte.

Pero mi pequeña revolución
se postra ante ti
como un esclavo que echa de menos
sus cadenas.

Como un perro sin bozal ni ladridos.

Deshabitándose como una ciudad abriéndose en comisarías,
mirándome como tratando de decir: ¿no ves que ya te desprecio?

Una marabunta de rugidos agónicos clama
tu presencia entre butacas
para esta función de desánimos.

Perdona por utilizarte,
pero sigues siendo mucho más que poesía
en mi plegaria de bares para solo de sexo.

No sé si te habrás fijado, pero en Madrid
las ansias han dejado paso
a las dietas como si ya no tuvieran nada que hacer.

Como si todo lo que queda por ocurrir
nos considerara innecesarios.

He comprado una vida normal a precio de saldo
y trato de hacer las cosas bien:
he cambiado el vaso de agua aquel
en que decías que me ahogaba
por un océano lleno de peces
y ninguna sirena.

Sé que la noche me es infiel porque trae el olor de otros cada mañana.
Porque uso el despertador y tiro de café con prisas.
Porque tu risa sigue removiéndose en mi estómago
cada vez que hago repaso de mis destrozos por tu vida.

Hay huelga de reponedores en mi almacén de fuerzas.
Los contenedores ya no contienen
y las ganas ya no ganan al final de la partida.
Todos pierden.
Y en nuestros dientes se van acumulando los mordiscos
una vez te has tragado hasta el último sueño.

Es que solo veo manos que se separan en cada boca.
Y un negro muerte en cada ojo.
Y peña que solo habla de otros países,
que te cuentan los idiomas que van a aprender.
 Las cosas que harán más allá de nosotros.

Sentimientos que cotizan en el paraiso fiscal
de las soledades anónimas, suciedad limitada.

Y yo puedo mirar el silencio como una pequeña orgía de ausencias,
que se lleva los ruidos a algún otro lado que no me pertenece,
como si midiéramos los gemidos en decibelios
en lugar de en arañazos.

Supongo que la resignación es aprender a sonreír mientras esperas.

Y así voy, con el cinturón de seguridad desabrochado,
seguro del a todo riesgo,
acelerando.

No hay curvas peligrosas después de haberte caminado con la lengua.
Solo un muro a lo lejos que me mira con sus ojos
de futuro insatisfecho
mientras susurra: ¿a dónde te crees que vas, tipo duro?

Y siempre es la misma mi respuesta:
 a la guerra.

Aunque ahora que no voy contigo
no es tan divertido ir contra el mundo.

Ni sé si merece la pena.

viernes, 19 de octubre de 2012


Si vieras el silencio agonizándose de quietudes,
de estados de espera,
acercándose con la lengua fuera
y dispuesto a darte un beso
¿no saldrías corriendo
y gritando
como esa gente loca de las calles,
esos parbularios de la libertad
que llevan linternas en los ojos
y morado en los golpes
y recuerdos en costillas que enumeran
como quien cuenta muertos?
¿No pondrías las manos sobre los barrotes
y cerrarías los ojos,
imaginándolo,
el futuro?
¿No respirarías con esa ansiedad por saber
a qué olía el otro lado?
Yo sí.
Y entre la resignación y el miedo, también me callo.

Pero si el suicidio rutinario de la escarcha
trajo remando tus huellas
a pasarte el pasado por la cara,
a restregártelo
como princesas que se masturban
al otro de la pantalla de un ordenador
y tú, que no miraste en los bolsillos antes de barrer la casa,
ni rezaste bajo el alcohol, cuando todavía creías en algo,
ahora tienes sobre ti el paisaje mudo de las cimas estériles,
un abanico de oportunidades que te la soplan
y al fin entiendes que el único superviviente
es el único
que se siente solo,
abanderado de una nación sin oponentes,
el olor insatisfecho de los escombros
es del humo en el campo de una batalla
que nunca sirvió para dignificar ninguna muerte
pero que tal vez sí salvó alguna vida,
no lo sé y quién podría,
¿vamos ahora a imaginar auroras por el tragaluz?
No seré yo quien le juzgue la desnudez a tu vestido de cristal, miss mañana,
puedes ponerme contra la pared,
en mi saco solo hay palabras
que duran tanto
como toda tu historia: nada.




Entre la sangre y el barro
los nuncamás
fumaban el último suspiro de los parasiempre
llorando
como hombres
lo que no supieron cuidar como mujeres.

lunes, 8 de octubre de 2012

20 alegatos para la tristeza


Es domingo, son las 4 de la mañana,
y se me está terminando el tabaco.
Han dejado de actualizar los periódicos deportivos
y no encuentro un enlace
a ningún partido de football americano.
No hay nadie en la calle.
Solo un silencio de balcones cerrados
como cárceles que no dejan ni un salto mortal
para la eternidad.
Puede que me masturbe antes de acostarme.

***
La danza de la lluvia eras tú caminando
mientras te alejabas.

***
Mi índice de suicidios es casi nulo
y beso la noche como quien busca un bar.
A estas horas
o no me dejan entrar
o están cerrados.
Es así siempre: caminas entre extraños
que solo muestran sus arrugas tras el fuego
y te entra miedo
cada vez que enciendes un cigarro.

***
Creo que la felicidad está
donde no la estoy buscando.
Más que creerlo lo sé.
Quizás por eso lo hago.

***
Voy a bajarte la cremallera
hasta el final
decías
y parecías tan desnuda…

***
 Cada mañana soy una vela
que alguien se olvidó de apagar.

En un bolsillo tengo un montón de piedras
sin mechero.

Tanto darle vueltas y éramos nosotros
los que estábamos rodeados.

En mis ojos la tierra se ha secado y no existe el mar.

A veces el derecho de admisión pasa por uno mismo
y el todo vale cuesta igual que el nada importa.

***
Fuiste origen y dueña de mi amor, y este dolor también te pertenece.
Ojalá yo pudiera cargar con el tuyo.
Y llevarlo tan lejos
como fueras capaz de brillar.
Que los dos sabemos que es mucho.

***
Te dije “no salgo de mi metro cuadrado de irrealidad”
“dejarme llevar ha dejado de llevarme hasta ti”
“si me lo permites, voy a prescindir del paracaídas”.

***
Hasta los gestos circunstanciales de las chicas guapas
tienen un punto de sucedáneo,
algo que te hace decir: no es mi película
ni ellas serán mi actriz porno favorita.

***
Sales.
Con tu disfraz de regalo bajo la luz del flexo.
El culo en pompa por los tacones.
Los labios pintados.
Y tus ojos de felina en celo.
Entro.

***
Estabas bajo la lluvia, pero no bailabas.
Me mirabas triste como diciendo: puedo hacer llover,
pero eras tú el que se encargaba de las sonrisas

***
Varias veces al día cambiaría el rock&roll
y la poesía
por tus labios.
Sin dudarlo.
Echo tanto de menos verte.
Cada día.
Varias veces.

***
Así que el amor explota lleno de vida,
dispuesto a contagiarse
e invadir,
a reproducirse.

Y luego se va resecando
como arrugas en la piel.

Mientras buscas un kleenex para limpiarte.

***
Me siento como un vampiro
al que le gusta su propia sangre
y eso hace: consumismo.

***
Cuando quisimos cambiar de canción
estábamos atrapados en un estribillo.

***
Dile a mi juventud las ostias que le faltaron,
cuéntale lo de la ausencia de cicatrices,
empótrala contra el paredón.

Y de paso, pregúntale por qué hago lo que hago.
Que me lo explique.
Si tiene huevos.

***
Se pasó el huracán y su presagio de vientos,
y nuestra risa de hierba desafinada
murió, como si nada, tras el barbecho.

Todavía sucios de ceniza
nos pintamos la cara
como si fuésemos a la guerra.

Es nuestra forma de mirar a la vida.

Como en un campo de batalla.

***
Cuando te vi llorar en mitad de la revolución
dejé de entender por qué estábamos luchando.

Contra quién.

Si tú estabas llorando,
y no por su culpa.

***
La poesía es eso que queda cuando no puedo correrme en tu boca.

***
.

miércoles, 3 de octubre de 2012


Ojalá algún día los hijos de vuestros hijos
os miren ya ancianos al preguntaros
qué hicisteis
abuelo
y tengáis que explicarles
ya sí, con la vergüenza que el tiempo otorga
(pero no destina, ¿o eso ya no lo recordabas?)
que pusisteis policías a la puerta del congreso
como cipreses custodiando la sombra
y el cobijo,
que igualasteis la maldad y la pobreza
pisoteando, con vuestros zapatos de alfombra,
la hierba que crecía en las ideas de la gente,
que comprasteis el alma y los calendarios
como sortija barata de lencería,
como un trozo de plástico tras la lluvia,
que vuestra risa era lo que se oía tras el telón y la furia
de todas las desgracias,
que hipotecasteis el sudor, la dignidad
y el aire
y vendisteis por ticketmaster entradas VIP para el Apocalipsis.

Que cerrasteis las ventanas y el sueño.

Y pusisteis cámaras en la calle.

Y que inventasteis el miedo, decídselo, a perder lo que no se tiene.

Ojalá
los hijos de vuestros hijos
de puta
os traigan el espejo donde cortasteis la democracia
antes de esnifarosla con turulos de 500,
y que la impunidad sea afilada de nuncajamases
señalándoos como una navaja
a la puerta de vuestros refugios,
y que lloréis de vejez la violencia heredada
de los púlpitos
en los que hablabais de pueblos
sin haberos limpiado la boca
ni subido la bragueta.

Y que os crujan los huesos ante el roto de infancia
en la mirada de vuestros nietos
cuando os traigan la vergüenza y la poesía
a juzgaros,
a deciros

¿qué hicisteis?

¿qué hicisteis?

¿y por qué,
abuelo?