viernes, 17 de agosto de 2012

besos y vomitos


Te pusiste al borde del precipicio
con un peta en la mano
y en la otra una birra,
y levantaste una pierna solo para demostrar
que podías mantener el equilibrio
y diste un buen trago ¿recuerdas?
mientras el humo aun salía de tu boca.

¿No era eso lo que querías cuando hablabas del abismo?

Nunca he sabido qué hacer con mi vida
aunque a veces lo tenga tan claro.
Ni puta idea.

Di un paso en firme hacia algo que podía crecer
como un futuro domesticado
en el que creer,
en el que poder confiar.

Me dejé en él las cuentas atrás de tantas meteduras de pata,
lo acaricié
como un órdago de cartas imposibles,
como al cascabel de una serpiente en hipnosis,

lo regué con lo único que tenía: sangre, sudor, lágrimas
y semen.

Lo hice mío porque sentí cómo me daba patadas
en el estómago,
porque en su breve porción de felicidad
no había un vómito que lo predestinara,
porque era algo tan precioso
que no debería ocurrirme a mí
y aun así, pese a todo,  me olvidé de los nuborrones
y de las viejas cuentas,
del jolgorio de chisteras que perdían el amor a gritos,
de que en los periódicos
las esquelas seguían siendo portada.

Lo besé como me juré que nunca haría: firmando cláusula de daños.
Aceptando obligatoriedad de valentía en el contrato.
Diciendo: esta responsabilidad es mía  
y la acepto.

Traté de que en el jardín siempre hubiera vida
aunque fuese silvestre,
de que la gasolina llegara a todos los puertos
de montaña que queríamos subir.
Que nunca nos faltara  poesía.


olvidé que las malas hierbas
no mueren
pero también se fuman,
y me concentré en mi pequeño futuro de ortigas
y enredaderas
bebiendo del dulce rocío del sudor desnudo
en tu palacio de ventanas abiertas.

Más sencillo: me dijeron ¿quieres ser feliz?
Y dije que sí abriendo la mano.

Entre picos de distancia
y palos de silencio
empecé a no distinguir
la seda de los gusanos de las telas de araña,
a confundir almohadas
y regazos,
el cepillo de dientes con papel higiénico.

¿Tú te corres por placer o por prisa?

No sé cuándo, pero me puse a cavar un agujero.
Primero dije: esta será mi tumba.
Luego: está será la de los dos.
Después metí a nuestros hijos.
A familias enteras.
Colegios. Ciudades.
Cualquier excusa es buena si solo quieres seguir cavando.
Si solo quieres mancharte las manos de mierda
y removerla hasta que el (d)olor
(d)uela a cadáver.

Para los petroleros del corazón no existe el concepto
de tocar fondo.
Es como la fiebre del oro: brilla más enterrada en su codicia
que bajo la luz del sol.

Y yo he llegado pronto a la última cena
y parece que se me hace tarde,
ni siquiera va a amanecer,
contaba con ello,
es posible que ya nunca más lo haga,
de ahí las ojeras, la cafeína,
mi insana adicción a la noche.

Los ojos, ¿Te fijaste en mis ojos
el día que recobré mi antigua mirada?
La triste, quiero decir.

Yo no. Sabes que nunca me fijo en esas cosas.
Que aunque puedo acertar literalmente la siguiente frase
nunca atino con el final de las películas.
Que soy malísimo en ciertos detalles
o mi maldita costumbre de preguntarte si te has corrido
cada vez que te deshaces entre el polvo.

Que me puse al borde del precipicio
con un peta en la mano
y una birra en la otra.
Cantando “la última vez que me suicidé
ni Madrid era una fiesta
ni tú llorabas”,
sin saber hacia dónde tirar
o tirarme,
perdido e indefenso
como un animal salvaje que enseña los dientes
mientras el miedo se caga sobre él.

Con el lodo al cuello,
haciendo mal a bares de vidrios vacíos,
saltando a la pata coja,
sin saber del todo si me hiela el calor
o me quema el frío,
doy un buen trago
y el humo sale desde muy dentro
(como el dolor cuando se vomita,
como los besos)
por mi boca.



martes, 7 de agosto de 2012

magicaedro

(me apetecía ponerla por aquí)


Alguna vez te hablé de la magia, creo.
nos pusimos a jugar con los verbos, y dijimos que jugar era el verbo
más bonito,
y quisimos inventar crucigramófonos y aunque no nos pusimos de acuerdo
con las palabras
sí lo hicimos con la música, y así fuimos un poco de electricidad
antiestática y otro poco sustancia natural aleatoria,
el caso es que nos movíamos mucho y alguien dijo que ya no podríamos parar
y todos estuvimos de acuerdo porque nos encantaba reírnos de esa forma,
como con vicio,
entonces él sacó un lapicero y lo usó de varita mágica,
y ella sacó un sombrero
y él un beso de la chistera y todos dijimos oh!! a la vez,
ella se puso de puntillas para hacer un invento con las acrobacias
y a todos nos salpicó la saliva
y sabía dulce, "más dulde que el alba
y más suave que la luna"
hicimos partituras con todo eso que luego cantamos en voz baja
pero fingíamos que estábamos gritando
e incluso hubo quien se tapó los oídos,
era muy divertido,
y nos juntamos para hacer un corro pero no fuimos capaces de ponernos
de acuerdo
porque los de la izquierda querían estar derechos y los de la derecha torcidos
y no hubo manera
(ni modo güey!!!)
así que decidimos inventarnos una figura para nosotros solos:
un magicaedro
que nos indefiniera
y esa noche, creo que una vez te hablé de la magia, sí,
todos soñamos con relámpagos
que bailaban
entre nuestras piernas. 

jueves, 2 de agosto de 2012

cuestiones prácticas


A sudor y agosto, como un verano en Madrid
pisando adoquines de cera,
empapados de hollín y ceniza en rededor del fuego
pero sin dios o diosa de la lluvia para quien bailar.

Lo único
la cal y el serrín como tapando el olor
y la miseria,
una capa de  polvo en el cuentakilómetros,
dos lágrimas secas que parecen semen
en tu mejilla
y ratas sedientas entre los contenedores
donde solíamos mezclar el kalimotxo.

Las telas de araña gotean
como si estuvieran llorando una ausencia
que no existe
y la tristeza
es la única que cree en la democracia
porque siempre gana por mayoría.

Estoy bien a pesar de cada viernes,
de que las últimas noches me he despertado soñando con playas,
de que me pongo a viajar cada vez
que cierro los ojos.

No pasa nada.
Es verdad que me siguen dando miedo las mentiras
por lo profundo que pueden escarbar
si las alimentas, lo fácil que lo ponen
y cómo lisonjean un futuro irreal de cheques sin fondos
hasta arrinconarte,
con un fusil de deudas apuntándote al pecho
mientras te dan una máscara a cambio de tu verdadero rostro.

Es verdad que últimamente acaricio la soledad
como quien ha domesticado un monstruo,
y le doy hachís y cerveza si se porta bien al final del día,
si mea cuando le saco a pasear,
si no me muerde al primer recuerdo.

El rope a dope consiste en recibir golpes contra las cuerdas,
en aceptar las ostias como quien asume su turno
en el matadero
con un cuchillo en la mano y piensa:
ya veremos, muchachos, ya veremos.
Escupiendo de rojo su saliva.
Destrozándose.
Mientras tanto.

Me verás entre los cristales anhelando heridas,
brillando.

Como el reflejo de tus pies bailando en la arena
aquella noche de luna para dos.

Masturbándome
porque quiero sentirme solo aunque no me dejes.

En tu balcón comprendí que soñar con volar
es soñar con suicidios,
y yo siempre he defendido las derrotas.

No pasa nada,
pero me preguntas por qué, pese a todo, sonrío
y pienso
“cuestión de práctica”.

Pero no te lo digo.